Fue la primera vez que bajaba a la playa de San Felipe y que me fijaba en lo fantástico que es el fortín desde fuera, lo inaccesible que resulta. Cuando visité su interior me fascinaron sus entresijos, sus huecos, las vistas de la salida de la ría, sus piedras, su historia, la protección que suponía estar allí dentro; y ayer cuando paseamos por sus exteriores me planteé ser un enemigo con pretensiones de colarme dentro y comprobé la dificultad de hacerlo, sus altas murallas hacen que no puedas trepar, y las que parecen bajas, son precipicios por dentro. Además por todas partes hay almenas y miradores desde donde se ve el recinto entero, nada queda expuesto al capricho del destino, todo está calculado y revisado, o so es lo que parece. Pues eso, el fortín desde fuera:
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